Esos juegos

La curiosidad del niño que había sido. Las hormonas del adolescente que estaba a punto de ser. El placer por lo clandestino del adulto que sería. Todas estas sensaciones habitaban bajo la piel de Ricardo. Se había puesto a jugar los juegos prohibidos con su prima. Sofia ya era una mujercita. Él apenas un muchacho. Ella lo había llevado hasta el desván en casa de su Abuela. Los juegos tenían el sabor agridulce de los domingos en primavera, el aroma de cosquillas en el estómago, las ganas de un tren desbocado. Él hubiese seguido jugando por horas, días o décadas. Pero la Abuela los llamó a cenar.


Leer al azar otro micro relato.